El gobierno mexicano ha observado atentamente y con absoluto respeto el proceso electoral en Estados Unidos. Ambos candidatos tienen la posibilidad de ocupar la presidencia de Estados Unidos y es mi responsabilidad, como mandatario, trabajar con quien resulte electo.
El diálogo es un principio básico de la democracia; por eso, el viernes pasado invité a ambos candidatos para conversar sobre nuestra relación bilateral. A esta invitación obedeció la presencia del señor Trump en México, quien fue el primero en aceptarla.
Es importante reunirse con ambos candidatos, pero lo era más aún con el señor Trump, porque hay cosas que él debía saber en voz del Presidente de México, empezando por el sentir de los mexicanos. Es por eso que en nuestro encuentro le hice saber tres cosas.
Primero, fui muy claro—en público y en privado—en enfatizar que en México nos sentimos agraviados y dolidos por sus pronunciamientos sobre los mexicanos. Le expresé que merecemos respeto, que somos gente honesta y trabajadora, que valoramos a la familia y la cultura del esfuerzo. México y Estados Unidos somos más que vecinos: somos socios y somos aliados. En sus discursos de campaña, Trump no nos ha tratado ni como socios, ni como aliados, a partir de una visión distorsionada de México y su gente. Por eso era importante hablar con él y aclarar que cualquier colaboración futura para fortalecer la relación entre ambos países debe partir del respeto mutuo. La reacción de Donald Trump fue positiva. Estoy convencido de que cuanto más grandes son las diferencias, más se necesita del diálogo.
En segundo lugar, era fundamental poner en su justa dimensión la importancia que tiene México para Estados Unidos. Que sepa de primera mano que diariamente circulan por la frontera más de un millón de personas y 400 mil vehículos. Que el comercio entre ambos países supera los 500 mil millones de dólares al año. Que la economía mexicana está íntimamente relacionada con la estadounidense. Si a Estados Unidos le va bien, a México le va bien. Estados Unidos exporta más de 200 mil millones de dólares anuales a México y más de seis millones de empleos de estadounidenses dependen de esas exportaciones.
Y, tercero, le referí que la frontera es un desafío conjunto que requiere un enfoque de corresponsabilidad. Desde Estados Unidos llegan ilegalmente armas y millones de dólares que fortalecen a las organizaciones criminales. Esas armas y ese dinero, producto de las ganancias que obtienen los cárteles del consumo de drogas en Estados Unidos, generan violencia en nuestro país y eso debe frenarse. En mi conversación con Trump sobre la frontera, también fui muy claro: México no pagará por ningún muro.
Mi prioridad como Presidente es proteger a los mexicanos, abogar por sus derechos, defender su vida y su dignidad en donde quiera que estén. Esa es mi máxima responsabilidad. Donde haya un mexicano que necesite apoyo de su gobierno, ahí estaremos.