Donald Trump festejó Navidad en familia en Florida y también prepara su discurso de investidura, piedra angular de su mandato, que debería inspirarse en el expresidente republicano Ronald Reagan (1981-1989).
Después de haber citado durante la campaña presidencial a los expresidentes demócratas John F. Kennedy y Franklin D. Roosevelt, así como al republicano Abraham Lincoln, el presidente electo planearía retomar el 20 de enero el “hablar claro” de Reagan.
Pero el orador populista de 70 años no escribe solo. El principal redactor de su discurso será el joven californiano Stephen Miller, exconsejero del futuro ministro de Justicia Jeff Sessions, que ya se había ocupado del discurso del entonces candidato para la convención del Partido republicano.
En 1981, después de comenzar su discurso agradeciendo a su predecesor, Ronald Reagan afirmó que Estados Unidos enfrentaba “un mal económico de gran amplitud”. Prometió reformar el régimen fiscal y alabó los méritos de la libre empresa, dos temas que marcarían sus ocho años en el poder.
“En esta crisis actual, el Estado no es la solución a nuestro problema. El Estado es el problema”, había recalcado.
Si bien los asesors de Trump precisan que el millonario todavía no definió el tema principal de su discurso, entre sus prioridades debería figurar la de alivianar las cargas de las empresas para reactivar la economía, que considera averiada.
Su portavoz Sean Spicer explicó que el magnate inmobiliario dedicó mucho tiempo durante estas fiestas de fin de año a releer los borradores con sus principales consejeros.
El discurso de investidura marca el lanzamiento de una nueva presidencia y define en general, a posteriori, a los ocupantes de la Casa Blanca.
Es en este discurso que Kennedy (1961-63) proclamó que “la antorcha fue entregada a una nueva generación de estadounidenses”, representando así el giro de los años 1960.
Invitó también a los estadounidenses a “no preguntarse lo que vuestro país puede hacer por ustedes sino más bien lo que ustedes pueden hacer por vuestro país” dando un significado al servicio nacional que perdura aún hoy.
Algunas décadas antes, Roosevelt (1933-1945) buscó dar nuevamente confianza a un país aún bajo el shock de la Gran Depresión, subrayando que “la única cosa de la que debemos tener miedo es el miedo mismo”.
Lincoln (1861-1865) intentó, por su parte, tratar de curar las heridas de la Guerra Civil instando a los estadounidenses a considerar el futuro “sin maldad contra nadie, con bondad para todos”.
Nixon en la convención
Trump también apeló al historiador Douglas Brinkley y a consejeros de larga data, como el personaje de extrema derecha Steve Bannon.
El miércoles, Brinkley y Trump evocaron “una suerte de historia de la presidencia y de las investiduras pasadas” y también hablaron de las promesas presidenciales más memorables, explicó el historiador.
El millonario “estaba muy interesado por el hombre caminando sobre la Luna y por la foto de la Luna, así que hablamos un poco de eso”, agregó, aludiendo a la promesa de Kennedy de enviar a un hombre al satélite.
El discurso que pronunciará Trump en tres semanas no será sólo un instrumento que permitirá medir su política. También permitirá evaluar sus cualidades de orador y su capacidad para ampliar el horizonte de los estadounidenses.
Pero el magnate suele estar más cómodo cuando habla de él y une a sus militantes más extremos que cuando lee discursos preparados con anticipación.
Una excepción notable fue su discurso de investidura como candidato a la elección presidencial en la convención republicana de Cleveland, en julio. Un discurso inspirado en el de Richard Nixon en 1968.