Agroforestería, alternativa para cultivar de modo  sustentable y productivo: Manuel Palma

 

 

*“Es una ciencia relativamente nueva, tiene alrededor de 40 años y juega un papel sustancial porque tenemos problemas recientes como el cambio climático, la erosión, deforestación, degradación de pasturas y de manejo del agua”, agregó el académico.

 

En días pasados José Manuel Palma García, profesor-investigador de la Facultad Ciencias Biológicas y Agropecuarias (FCBA) de la Universidad de Colima, en el campus Tecomán, impartió la videoconferencia “Sistemas Agroforestales” a estudiantes y público en general, en la que dijo que la agroforestería puede ser una estrategia de aprovechamiento y método alternativo para los productores.

 

En entrevista posterior, explicó que la agroforestería es la integración de especies leñosas (árboles, arbustos, bambúes, palmeras, hierbas gigantes) y su combinación con cultivos agrícolas como maíz sorgo, pastos y leguminosas, entre otros; además, puede estar en asociación con animales en sistemas de pastoreo, de corte y acarreo (que se corte el forraje y después dárselos en comederos).

 

“La agroforestería es una ciencia relativamente nueva, tiene alrededor de 40 años y juega un papel sustancial, porque tenemos grandes problemas recientes, como el cambio climático, la erosión, deforestación, degradación de pasturas y manejo del agua. Entonces, la agroforestería, en combinación con diferentes componentes del sistema, da respuesta a este tipo de problemas, rompe la idea del monocultivo y demuestra que sí pueden ser económicamente viable y productiva”, destacó.

 

Dijo que estos sistemas se pueden clasificar en agrosilvícolas o silvoagrícolas y que pueden combinarse cultivos agrícolas con silvicultura (especies forestales); silvopastoriles, que combina plantas forrajeras como pastos y árboles destinados a la alimentación animal, y agrosilvopastoriles, una combinación de componentes leñosos (forestal o frutal) asociado con pastos y ganado, incluso, agregó, con árboles forrajeros en combinaciones temporales y espaciales.

 

“Por ejemplo, cuando alguien produce aguacates, deja marcos de siembra de siete metros entre planta en línea y cinco entre surco; piensa sólo en el aguacate, pero al menos deben pasar de tres a cuatro años para que obtenga frutos. Durante este tiempo no tendrá ingreso, y en el espacio que queda en dicho marco de plantación existe un área que puede aprovecharse para generar forraje, leguminosas y otros cultivos que, en un momento dado, representen un ingreso inmediato”, explicó.

 

Palma García mencionó que hay productores que tienen mucha experiencia en el manejo de cultivos, pero sólo en forma de monocultivo, y les cuesta trabajo incorporar otras especies; por lo tanto, continuó, “debemos entrar los investigadores para dar a conocer este conocimiento como alternativa viable; también tenemos que aprovechar la experiencia de productores que manejan este tipo de combinaciones en forma empírica, y apoyarlos con sugerencias innovadoras”.

 

Explicó que actualmente trabajan un sistema agrosilvopastoril con un productor del ejido de Cuyutlán, bajo el planteamiento hipotético del incremento de la biodiversidad. Así pues, “el cultivo de leguminosas forrajeras como la ‘Canavalia ensiformis’ ha servido allí como barrera natural y repelente para el control del picudo negro en la palma de coco; en este sentido, la experiencia desarrollada con este productor es favorable y sería importarte implementarla con otros productores de la región”.

 

Agrego que “si generanos huertas que sean biodiversas, atraeremos aves, insectos benéficos y microbiología benéfica; además, para el picudo negro diseñamos un sistema agrosilvopastoril en el que agregamos un cultivo agrícola (leguminosa) que crece alrededor del cocotero, genera un vestido al tronco y crea una barrera física que evita que el picudo llegue al tronco”, detalló.

 

El profesor-investigador agregó que, en esa estrategia específica en Cuyutlán, “se está haciendo una asociación y tenemos una interpretación biológica del fenómeno; es una tecnología social que implica simplicidad, bajo costo, fácil aplicación, que es replicable, que es sustentable y que ya hay gente que lo está haciendo. Llevamos ocho meses con un resultado que el productor está contento y que demuestra que se está presentando un fenómeno favorable”.

 

Por último, invitó a que estudiantes y productores colaboren “para que entre todos podamos sumar ideas y llegar a tener una visión complementaria con resultados que avalen la propuesta que se está exponiendo, y si los estudiantes participan, ellos se van a volver difusores de dicha tecnología, que además implica multiplicar los resultados. También nosotros, los investigadores, debemos hacer propuestas viables y concretas con un enfoque de tecnología social”.

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