Dos notables habilidades se conjugan para obtener este fascinante amuleto con la efigie de una morsa tallada en el marfil de su colmillo: la destreza manual de un hombre acostumbrado a elaborar el mismo todos sus instrumentos y el conocimiento al detalle de todas las características de los animales que caza, atributo del cazador. Estos amuletos eran portados, envueltos en un pedazo de pie suave, en contacto con el cuerpo, para traer suerte en las expediciones de caza.
Mtra. Irene Jiménez, investigadora del MNCM