*La idea es pasar de un México reactivo a uno más preventivo, para evitar la pérdida de vidas”, agregó en entrevista el director del Centro Universitario de Estudios Vulcanológicos (CUEV) de la Universidad de Colima.
Se calcula que quien vive en una región sísmica experimentará alrededor de cuatro o cinco sismos intensos a lo largo de su vida, dijo el director del Centro Universitario de Estudios Vulcanológicos (CUEV) de la Universidad de Colima, Dr. Raúl Arámbula Mendoza, “esto nos tiene que hacer conscientes de que siempre vamos a vivir en una condición de riesgo y que tenemos que generar estrategias que nos ayuden a prevenir desgracias, porque el movimiento por sí mismo no genera daños”.
El pasado 19 de septiembre de 2022, Colima experimentó un sismo de magnitud 7.7, con epicentro en Michoacán. Para muchos, este movimiento revivió el sismo del 2003, mientras que para otros fue el primer sismo de gran magnitud que experimentaron en su vida. ¿Pero por qué sucedió este sismo en la misma fecha que sismos significativos como el del 1985 o el 2017?
“Realmente son coincidencias: hay un divulgador español que hacía el cálculo y al final no es tan baja la probabilidad; es como si en un cuarto con 30 personas, dos de ellas hubieran nacido el mismo día. Hay quienes han buscado otras fechas para ver si se repiten y realmente es coincidencia. De hecho, el sismo del 19 de septiembre del 2022 ocurrió en la misma zona que el sismo del 30 de enero de 1973; en aquella ocasión, el sismo fue catalogado con una magnitud de 7.6”, comentó.
“Vivimos -explicó- cerca de un área que es conocida como la zona de subducción; allí, la Placa de Cocos que se mete por debajo de la Placa Norteamericana, pero esta última no deja entrar de manera ‘cómoda’, por decirlo de alguna manera, a la Placa de Cocos; es decir, estaban atoradas. Finalmente, el 19 de septiembre se da un movimiento que la deja pasar, generando energía en forma de ondas elásticas. El medio se deforma, se mueve, porque las rocas se comportan elásticamente, se deforman y regresan a su estado natural. A eso se le llama elasticidad, y eso fue lo que sentimos”.
Entre más cerca del epicentro se encuentren las personas, el sismo se siente con mayor intensidad; “también sucede en lugares que tienen efectos de sitio, como Ciudad Guzmán o la Ciudad de México, donde hay depósitos lacustres que amplifican las ondas sísmicas. Otro tema que solemos escuchar es cuánto dura un sismo; obviamente, entre más grande, más será su duración. Esto tiene que ver con el área de ruptura, mientras más grande sea, más grande será la duración; ahora ya hay registros de cuánto se movió la placa: el desplazamiento anda por los tres metros”.
Las réplicas, que son los sismos posteriores al de mayor magnitud, se les llama así no sólo porque son de menor magnitud, dijo, sino porque también se originan en la misma zona; “es un proceso natural del reacomodo de las placas, y tenemos que estar conscientes de que van a seguir por varias semanas. Ahora, si después del sismo de 7.7 tuviéramos uno mayor, todos los anteriores serían precursores, pero esto sucede muy pocas veces”.
Para el investigador universitario es importante generar una memoria histórica, pues cree que eso nos permitirá ser conscientes de que vivimos en una condición de riesgo. Aquí hizo memoria de sismos como el de 1932, de magnitud de 8.2, con epicentro en las costas de Colima y Jalisco, que generó un tsunami; el de 1941, de magnitud de 7.7; el de enero de 1973, que, aunque su epicentro fue en Michoacán, se consideró como severo en Colima; el más reciente en la memoria de los colimenses, ocurrido en enero del 2003, de magnitud 7.7 y o el de 1985, que aunque no ocurrió en Colima, es uno de los más significativos por la pérdida de vidas y desastres.
Lo que se guarda en la memoria, dijo, “no es tanto la intensidad de los sismos, sino las pérdidas de vidas y daños que generan. Queda claro que las pérdidas no son generadas por el fenómeno, sino por la falta de preparación, de mitigación, de un buen sistema de construcción y de muchos factores que generaron que se convirtieran en desastre. La idea es pasar de un México reactivo a uno más preventivo, para evitar la pérdida de vidas”.
Señaló que es complejo tener un sistema de alertamiento porque los sismos que afectan al estado suelen ocurrir a 10 o 15 kilómetros de distancia y respecto a los rumores sobre la reactivación del Cinturón de Fuego, dijo ésta es una región en la que hay volcanes y actividad sísmica todo el tiempo; “de algunas erupciones volcánicas ni nos enteramos, porque están en zonas remotas, incluso dicen que el Popocatépetl se había activado, pero está activo desde 1994 y tiene sus periodos de tranquilidad”.
Por último, insistió en no compartir información no verificada por especialistas. Si desean estar informados acerca de estos fenómenos, pueden seguir las redes sociales de Facebook y Twitter del Centro Universitario de Estudios Vulcanológicos UdeC.