“Entender que las especies en las pesquerías y que consumimos los humanos, forman parte de estas cadenas tróficas y si los depredadores tope tienen estos contaminantes, habrá que ver si las especies más bajas de la cadena también lo tienen”: Christian Ortega, investigador.
Desde hace algunos años, investigadores de diferentes partes del mundo han detectado enfermedades como cáncer y daños en la piel por radiación solar en algunos cetáceos, que podrían estar siendo generados por agentes contaminantes atribuidos a la actividad humana. Si bien aún son pocas las investigaciones en este sentido, cada vez son más los especialistas que se suman a averiguar qué sucede con estas especies.
Un ejemplo de estas investigaciones es el trabajo que realiza un grupo de científicos de la Facultad de Ciencias Marinas de la Universidad de Colima, campus Manzanillo.
Con el proyecto interdisciplinario “Diagnóstico de contaminantes orgánico-persistentes en depredadores marinos: cetáceos que habitan en el Pacífico Central Mexicano”, liderado por el Dr. Christian Ortega Ortiz, se busca tener un diagnóstico sobre la presencia y concentración de contaminantes en tres especies: la ballena jorobada, la ballena picuda o zífido, y los delfines moteados.
Este proyecto recibe apoyo de la convocatoria Fortalecimiento de la Investigación 2023. Esta convocatoria, financiada con recursos propios, busca “apoyar proyectos que permitan impulsar la investigación, el desarrollo tecnológico y la innovación, orientados a la atención de las problemáticas nacionales, al desarrollo sostenible del estado y el bienestar de los colimenses”.
En entrevista, el investigador dijo que la ballena jorobada es una especie migratoria que visita las costas de Manzanillo para su reproducción y apareamiento, y se alimenta en aguas de Estados Unidos e inclusive en Canadá; por ende, continuó, “tendremos una señal de los agentes contaminantes que hay allá”. Los delfines moteados, agregó, “residen en esta zona y viven cerca de las costas, lo que nos daría una señal de los agentes contaminantes de este lugar”.
Por otra parte, dijo que la ballena picuda o zífido es una especie oceánica y de la que se conoce poco: “Un individuo de esta especie murió al varar en una playa de Tecomán y logramos tomar muestras de la grasa, piel y algunos tejidos”, dijo. Lo que se busca con la investigación, detalló, es estudiar estas tres especies que se alimentan de distintos lugares y saber si en sus sistemas anatómicos hay contaminantes, cuáles son y en qué concentración.
La hipótesis, siguió, “es que la concentración podría ser más alta en aquellos que están más cercanos a la costa, y entre más lejos de ésta (más oceánicos) y de hábitos profundos, no debería haber estos agentes contaminantes, pues si los hay, el impacto será tremendo. También estamos casi seguros que será el primer estudio en caracterizar la concentración de contaminantes en tejidos de la ballena picuda”.
Además, puntualizó que el estudio dará una idea de qué contaminantes permanecen en el océano después de varios años, debido a que las propiedades de estos elementos pueden pasar de una especie a otra: “Sabemos que aún hay presencia de contaminantes que se usaron en los años 70 y 80 porque se bio-magnifican, se bio-acumulan y pasan entre las cadenas tróficas; por ejemplo, está el hecho de que en mamíferos marinos la madre transmita al feto agentes contaminantes a través del cordón umbilical y, una vez que nace el bebé, con la leche también le transmite”.
La hembra, profundizó, “se purifica de algunos elementos, no todos; en cambio, esto no ocurre en el macho, ellos consumen este alimento, lo bio-acumulan y con el tiempo les puede causar daños; se sabe que los machos tienen niveles muy altos de contaminantes y esto puede causarles problemas fisiológicos, para reproducirse, en el sistema inmune e incluso en la respiración”.
Comentó que hasta la fecha no se tiene un diagnóstico certero: “Queremos saber si la presencia de ciertos agentes puede acelerar la muerte de estos animales e incluso llevarlos a morir. Ésta es una pieza del rompecabezas que debemos tomar más en serio: entender que las especies en las pesquerías y que consumimos los humanos, forman parte de estas cadenas tróficas y si los depredadores tope tienen estos contaminantes, habrá que ver si las especies más bajas de la cadena también lo tienen”.
Si esta investigación arroja resultados que puedan prender alertas, enunció, “entonces se tendría que voltear a ver a todas las especies marinas como tortugas, aves, invertebrados y hasta el agua misma, para tener una mejor fotografía y entender lo que sucede, sucedió o sucederá; tendríamos que cambiar la idea de que no pasa nada si los animales se enferman”.
Por último, reconoció el esfuerzo que hace la UdeC por apoyar con recursos propios la investigación que permita abrir nuevas brechas al conocimiento marino. Además, hizo notar que éste es el primer estudio en la región que se realiza acerca de los contaminantes en mamíferos marinos y de los pocos que hay en México, de ahí la importancia del trabajo interdisciplinario, pues no sólo participan investigadores y estudiantes de la UdeC, sino uno de la Faculta de Veterinaria y Zootecnia y otro más de la Universidad Autónoma de Campeche, donde se realizarán los análisis de los contaminantes.