Enrique Febbraro fue el profesor, filósofo, odontólogo, periodista y locutor de radio que encabezó una cruzada internacional para homenajear a los amigos el día en que el hombre pisó la Luna. La historia de este enigmático argentino que creía que la amistad era la virtud más sobresaliente del ser humano.
Nació en San Cristóbal el 7 de julio de 1924 y falleció a los 84 años el 4 de noviembre de 2008. Creó el Día Internacional del Amigo, aunque para las Naciones Unidas se celebre diez días después: el 30 de julio.
El Día del Amigo es un invento argentino. El hecho que lo inspiró no ocurrió en el país. Tampoco en el continente. Tampoco en el planeta. Sucedió en la Luna el 20 de julio de 1969. Fueron cuatro días de viaje desde el Cabo Cañaveral hasta el único satélite natural a bordo del módulo lunar Apolo 11: cuando el astronauta Neil Armstrong era el primer hombre en poner un pie sobre la Luna, en algún rincón de Lomas de Zamora en la provincia de Buenos Aires un prolífico ciudadano argentino de nombre Enrique Ernesto Febbraro escribía conmovido por la magnitud del suceso.
“Viví el alunizaje del módulo como un gesto de amistad de la humanidad hacia el universo y al mismo tiempo me dije que un pueblo de amigos sería una nación imbatible. ¡Ya está, el 20 de julio es el día elegido!”, decía un fragmento de la carta. Hizo mil copias. Las envió a cien países. Las transcribió a siete idiomas. Los destinatarios eran sedes del Rotary Club según la memoria de Oscar Fusco, un legendario rotario argentino, conocedor de la fascinante historia en la que convergen la llegada a la Luna, Febbraro y el Día del Amigo.
En la entrevista que le concedió al medio cordobés dos años antes de su fallecimiento, definió qué representaba para él la amistad: “Es la virtud más sobresaliente porque es desinteresada de todas maneras. Una virtud que se hace notar sobre determinadas personas y que se acaba. En cambio, el amigo es una persona real, que ronca, que tiene mal carácter y que uno lo aguanta porque lo conoce. El amigo es otro cuero. La amistad es una cuestión teórica. Porque por más amistad que yo tenga en el espíritu, a la hora de mi muerte voy a necesitar seis tipos que lleven mi cajón y van a ser amigos. Y en la alegría también. Si quiero hacer un asadito en mi casa, ¿a quién voy a traer? A la gente que me quiere y que quiero”.
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